lunes, 14 de octubre de 2013

En la comisaría

Comí algo, me llevé un pedazo de baguette (lo único que encontré) para comer por si la espera se hacía larga, me tomé el colectivo y fui a la comisaría.
Habré llegado ocho y media de la noche. Le pregunto al poli de la puerta qué debía hacer y dónde, me dice que es en el primer mostrador. Entro, y el (sub)oficial del mostrador me dice que me siente en una de las sillas que están junto a la pared y espere. Hay sólo una pareja antes que yo, unos pibes que hablan como si estudiaran filosofía en la UCA o en el Salvador. Tendrán 21 o 22 años, se nota que son novios, pero están más interesados en bromear usando su terminología que en besarse.
Al rato, el policeman del mostrador me dice que le cuente qué me pasó. Le explico brevemente, le digo que estoy golpeado y suturado, e, iluso, sospecho que mi condición puede acelerar el trámite. Es más: trato de acercarme al mostrador, pero me dice que no es necesario, que le cuente desde la silla.
La espera se hace larga, llegan los padres del novio, me entero de que estaban sentados en un umbral cercano, en la calle México, y un tipo los apuró y les afanó ambos celulares. Llega el siguiente denunciante, un boletero de la estación Acoyte del subte al que le afanaron la recaudación, acompañado por un abogado de la empresa que habla por celular explicando que llegará tarde a la reunión de amigos que tiene prevista para ese sábado a la noche.
Al rato, atienden a los chicos estos. Mientras la tele está sin volumen en un canal de videos, por un oído escucho su declaración: les preguntan hasta el color de los celulares robados. Por el otro, el robo de la boletería: el tipo sale a abrir la salida luego de una interrupción en el servicio, y en ese momento en que dejó vacío su cubículo, alguien se metió y se llevó como 10000 mangos. El abogado se va, el tipo llama a su hijo, le cuenta todo de nuevo, le dice que no venga, que no es necesario, le pide que no le diga nada a la madre...Yo voy un par de veces al baño, a hacer pis y a comer un poco del pan que llevé, porque me de un poco de vergüenza comerlo delante de todos. Los pibes terminan su declaración, pero no me atienden de inmediato. El (sub)oficial se va, varios policías hablan del partido que se está jugando, entran y salen...
El boletero me da charla. Me cuenta su peripecia, la cual ya conozco. Me habla de su vida, de que lo operaron del corazón, de que se fundió su negocio anterior. Yo le cuento por qué estoy allí... Llega su hijo, el tipo le cuenta todo de nuevo. El pibe me pregunta qué me pasó, y tengo que contarle a él también.
Cuando un poli aparece, nos ilusionamos, pero rápidamente nos desilusionamos cuando vemos que no se sienta en la silla. El hijo del boletero es joven y está nervioso. Encara a uno de los polis y le dice que están esperando un paciente cardíaco y una persona que fue golpeada y debería estar haciendo reposo. Ahí me cae la ficha de mi estado. Yo le doy para adelante mientras el cuerpo aguante, yo supongo que "es así" hacer una denuncia, pero su mirada desde afuera me pone en contexto.
Finalmente, unos minutos después, me atienden. Doy mis datos, le cuento los hechos tratando de ser bien detallado. En un momento me pregunta si tengo testigos, y le digo que no. Me pregunta si hay cámaras de seguridad, y le digo que no sé, que no vi: me dice que vaya y me fije, y vuelva en la semana con el dato y haga una ampliación de denuncia. Yo, como un boludo, y dando por sentado que "es así", no le pregunto por qué tengo que ir yo y no ellos, no le pregunto si conocen o no la ubicación de las cámaras, simplemente acepto, incapaz de salirme de la dinámica que ellos proponen.
También me pregunta si puedo reconocer a mis agresores, y casi sin esperar mi respuesta comienza la siguiente pregunta. Lo interrumpo y le digo que a uno de ellos, al canoso que me amenazó desde la puerta delantera derecha sí podría reconocerlo.
Entonces me da un papel para ir al médico legista, otro para ir a hacer el identikit y la copia de mi denuncia. Me pide que la lea. No sólo no está redactada como yo le dije (como fui pensando con la intención de ser concreto y claro), sino que apesta de errores de ortografía, sobre los cuales no digo nada. Le hago una corrección, ya ni me acuerdo cuál, buscando mayor precisión en el relato, y eso demora unos minutos la cosa: tiene que corregirla, tiene que imprimirla de nuevo...
Por fin, me da la constancia de mi denuncia y los papeles para ir a la calle Azopardo, y me puedo ir. Son las once de la noche. Me vuelvo caminando a casa, por una calle oscura, mirando para todos lados, no sea cosa de que me encuentre de nuevo con mis agresores: estoy a cuatro o cinco cuadras, no más, del lugar de los hechos, del "barrio" al que me dijeron que vuelva.
Llego, me baño, me acuesto y, justo antes de dormirme, mientras hago un repaso de todos los dolores que tengo, me pongo la mano sobre el pecho y se dispara un nuevo dolor, en la base de las costillas, del lado izquierdo, que será el más intenso y prolongado de todos.

(Continuará... Haciendo trámites en diversos lugares)

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