viernes, 20 de octubre de 2017

Intercambio de mails con la fiscalía (Hablando con autómatas)

El sábado 13 de abril fue agredido -por la espalda y sin mediar palabra- por tres sujetos que se desplazaban en un taxi cuya patente, según alcancé a ver en el momento en que huían, es JRQ 780, y cuyo modelo no pude identificar, pero sí me quedó claro que era un coche de dos volúmenes, es decir, sin baúl.
Me cagaron  a trompadas y patadas, incluso en el piso, porque supuestamente yo le había pegado al hijo de uno de ellos (?), y se fueron profiriendo amenazas del tipo "no vuelvas por el barrio". Pero, ops, vivo en el barrio...
Se bajaron corriendo del auto, no me dieron tiempo a defenderme, a escaparme, a gritar, a nada. Ni una mano pude sacar. Ni un golpe pude parar: tenía golpes por todas partes, visibles o no, menos en los brazos. Actuaron con una coordinación propia de un grupo de tareas, como si no fuese la primera vez que lo hacían: dejaron de golpearme sin que ninguno diera la orden y se fueron sin que ninguno dijera "vamos". Todo muy sincronizado, como el equipo Ferrari de Fórmula 1 cambiando las gomas en una carrera. Todo ante la vista del niño, que miraba la consecuencia de su imaginación desde la ventanilla del taxi.
Esto ocurrió a las 4 de la tarde, en la avenida Independencia entre Quintino Bocayuva y 33 0rientales, casi enfrente de una cámara de seguridad del GCBA, delante de la cual yo pasé unos 10 o 15 segundos antes del hecho, delante de la cual el taxi de esta gente pasó unos 5 segundos antes del hecho.
Después de estar un tiempo que estimo en 10 minutos despatarrado en la vereda sin que nadie me preguntara qué me había pasado o por qué tenía las manos ensangrentadas, sin que el hipotético empleado que mira las imágenes de las cámaras en algún hipotético lugar notara nada raro ni enviara un móvil policial o algo similiar; después de eso, digo, me sentí en condiciones de ir al hospital más cercano, donde me suturaron la herida que tenía en la cabeza. Cuatro puntos, según la enfermera; dos puntos, según el médico. Dos horas y pico según mi reloj.
En el camino, encontré a un policía en Independencia y Maza, le conté la situación con las manos totalmente ensangrentadas de pasármelas por la cabeza, y muy amablemente me indicó qué hacer. Parece que tan mal no me vio porque no me dijo de acompañarme, de llamar una ambulancia, de socorrerme de algún modo. De eso recién me di cuenta dos semanas después, contándoselo a un médico...
Salí del hospital, volví a casa, comí algo, y fui a la comisaría 10ª a hacer la denuncia, situación en la que debí esperar cerca de una hora y media. Llegué a casa pasadas las 23.
El lunes tuve que ir a la médica legista, para quien sólo cuentan los golpes visibles. Curiosamente, los dos más dolorosos, en las costillas, que me dolieron por cerca de un mes, no dejaron marcas. (Al menos, la doctora me dijo que la radiografía que me hicieron en el hospital no era clara y que fuera de nuevo en un par de días si el dolor no mermaba).
El martes volví -por única vez desde aquella tarde- al lugar del hecho para comprobar si había una cámara de seguridad. Y fui a la comisaría a hacer una "ampliación de denuncia", tal como me indicó la persona que me atendió el sábado a la noche. Otra hora y media más.
El jueves o viernes volví al edificio policial cerca de Puerto Madero para hacer un retrato hablado de uno de los agresores, ya que, cuando hice la denuncia y me preguntaron si podía identificarlos, dije que a uno sí. Otra hora y pico.
Todo esto para que, según dice el papelito que me mandan, la causa se archive porque los datos que aporté son insuficientes (lo cual redundó en otras dos horas de viaje y el tiempo de espera para apelar esa medida).
A eso, se suma el maltrato en el hospital público, al que fui cuatro veces en vano para que me hicieran una placa de la zona costal. Una vez no atendían, otra vez me dijeron que eso no era para la guardia traumatologica, sino para la general; esa tarde en la guardia general estuvieron dos horas por reloj sin atender a una sola persona. Y la cuarta, el domingo siguiente, el médico que tocó en (mala) suerte me echó a los gritos, diciéndome "¿còmo vas a venir un domingo por esto?". Parece que uno tiene que elegir cuándo le pegan, cuàndo le duele... Encima, en las dos horas de espera, me contagié no sé qué porquería que me afectó las vías respiratorias por una semana.
Volviendo al tema, me pregunto qué datos necesitan para hacer algo. Dije dónde fue, dije la patente del auto, dije que había una cámara de seguridad enfrente. ¿Quieren que vaya yo y los agarre, si es que los encuentro otro sábado a la tarde? ¿Quieren que averigüe quiénes son, cómo se llaman, dónde viven?
Capaz que sí, porque tuve que fijarme yo en internet si había una cámara del GCBA y luego ir personalmente a ver si era correcta la info de la web, y luego perder una hora y media en la comisaría para informárselo a la policía, ya que parece que ellos no saben dónde están las cámaras, o no conocen la página web donde está la ubicación de las cámaras o no tienen personal para ir a ver...
La chica que me atendió en la fiscalía se tomó varios minutos hablando con otra persona, y cuando volvió me dijo que "no se observa imagen alguna" en la grabación de la cámara. Le pregunté, sorprendido, si me estaba diciendo que no se veía el hecho o que no se veía nada. Me respondió repitiendo que "no se observa imagen alguna". Luego, me indicó cómo apelar el archivo de la causa, cosa que hice.
Si sabía cómo era todo esto, salía del hospital, me iba a mi casa, y ahí se terminaba la cosa: ni hacía la denuncia, ni el identikit, ni volvìa al hospital ni un carajo.
(Por cierto, pasaron dos meses desde esa apelación, y no tuve ni una notica.)
Así las cosas, siento que todo es un chiste. Un mal chiste. Las cámaras, los hospitales, las fiscalías... Ponele que tenía un poco menos de suerte de la que tuve y alguno de los golpes me rompía un hueso, un diente, uno de los implantes dentales que tanta plata me costaron, o que uno de los gordos, cuando volvió a la carrera y me pegó una patada en el medio del pecho, en vez de pegármela ahí, me la pegaba en la cara, o en la cabeza...
Ponele que en vez cagarme a golpes, me pegaban un tiro. ¿Qué onda? Otro homicidio impune en Buenos Aires... ¿Asi habría sido? ¿O es que a un hecho que deriva en lesiones (y amenazas) no le dan bola, y a uno que termina en un delito más grave sí?
Así las cosas, a veces hasta pienso que es mejor que no haya prosperado mi denuncia. Por lo menos, los agresores no saben dónde vivo y no pueden tomar represalias. Porque si lo supieran, porque si las tomaran, me sentiría aún más desprotegido de lo que me siento.
Mientras, el tachero ese, su hermano (creo que era el hermano) y el otro que me pegó y me amenazó, y el niño, andan despreocupados por la vida. Mientras, yo, cuando tengo que ir a la farmacia de Av. La Plata casi Alberdi, doy un rodeo enorme para evitar la zona. Y cada vez que para un auto al lado mìo, como paró aquella tarde el taxi de estos delincuentes, no puedo evitar mirar hacia el costado y descargar un río de adrenalina.
Por último, te mando una foto de cómo me dejaron la cabeza, tomada por una enfermera del Ramos Mejía antes de que me suturaran, herida que según el otro enfermero seguramente fue causada por una manopla, o al menos un anillo.
Saludos!



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Estimado,
 
Respondiendo a su solicitud, le informamos que según los registros que obran de su denuncia, la misma se encuentra archivada desde el 4 de julio del corriente año, debido a  que no se han individualizado los autores, esto en virtud del artículo 199 inc. D CPPCABA.
Sin perjuicio de ello, en caso de individualizarse a los mismos o existir nuevas pruebas, el proceso podrá reabrirse. En razón de ello es que le sugerimos que se acerque a la OFICINA DE ASISTENCIA A LA VICTIMA Y TESTIGO sede SUR, a fin de que el equipo interdisciplinario que allí trabaja, conformado también por abogados, puedan asistirlo al respecto.
Los datos de la OFAVYT SUR son:


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Hola, otra vez:

Si los autores no pudieron ser identificados con los datos que di (patente del auto, retrato hablado, ubicación de la cámara de seguridad del GCBA), no van a ser identificados... Salvo que un día tenga un ataque de voluntad suicida y vuelva a pasar por ese lugar, a ver si los encuentro. (Y si los encuentro, ¿qué hago?).

Por lo demás, me gustaría saber si yo puedo ver la filmación de la cámara de seguridad del GCBA que está casi enfrente del lugar del hecho. A lo mejor, yo sí veo algo: a lo mejor veo a una persona con un buzo a rayas horizontales pasando por allí (yo), a lo mejor veo el taxi en que se desplazaban estos tipos e identifico el número de licencia, a lo mejor veo a tres tipos pegandole a uno desde atrás, o en el piso, al lo mejor veo al de buzo a rayas tirado en el piso mientras la gente pasa y no hace nada...

Saludos



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Como le hemos adelantando en el mail anterior, podrá acercase a la sede Sur de Ofavyt, donde podremos asesorar jurídicamente.
La dirección es Paseo Colón 1333, piso 2.

jueves, 19 de octubre de 2017

Nombres

Finalmente, la crónica de estos hechos no quedó interrumpida "por unas semanas", como supuse, sino indefinidamente. Mejor dejar que se vayan diluyendo los recuerdos, en vez de reforzar su permanencia en la memoria cristalizándolos en palabras que (¿casi?) nadie lee.
La taquicardia sigue dispárandose cuando un auto estaciona como viene, sin tener que maniobrar, junto a la vereda donde camino. Anoche me pasó otra vez. Pero lo que me hace volver a escribir no es eso, sino darme cuenta de que no tengo el nombre de ninguna de las personas que se cruzaron en mi camino a raíz de lo que me sucedió aquella aciaga tarde de hace cuatro años y medio.
No sé el nombre de mis agresores, y aunque procuré tomar nota de la patente del auto en que se desplazaban, el dato no sirvió de nada.
No sé el nombre del médico peruano que se olvidó de mí en la guardia del hospital Ramos Mejía y que, cuando fui a buscarlo, cansado de esperar, para mostrarle las radiografías, me despachó rápidamente, sin decirme que no se veían claramente (esto me lo dijo la médica legista cuando fui a hacer ese trámite).
No sé el nombre del radiólogo del hospital Ramos Mejía, que sacó mal la placa y que no tuvo la autocrítica necesaria para hacerla de nuevo.
No sé el nombre del policía que me forreó amablemente en la comisaría 10ª diciendo que era yo quien tenía que ir a fijarse si había cámaras de seguridad en la esquina del ataque, cuando ese dato a) se puede consultar en internet; b) obviamente la policía debería saberlo.
No sé los nombres de los operadores que monitorean las imágenes de las cámaras y que no vieron ni la golpiza ni a la víctima, tirada en la calle por cerca de diez minutos.
No sé el nombre del médico de mierda del hospital Ramos Mejía que me echó a gritos de la guardia, después de dos horas de espera, recriminándome que consultara por el persistente dolor en las costillas "un domingo a la tarde".
No sé el nombre de la joven empleada de ojos claros que me atendió en la fiscalía cuando fui tras recibir la notificación de que, dos meses después de realizada, habían archivado mi denuncia. Los ojos claros llamaban la atención de sus compañeros veteranos que salieron del lugar detrás de mí hablando de toda ella y en especial de ellos (de los ojos). Pero lo que a mí me llamó la atención fue su respuesta cuando le conté mi historia: se acercó al escritorio de otro empleado, habló un rato con él y al volver me dijo que "no se observa imagen alguna" en la cámara de seguridad que está frente al lugar de la golpiza. Procesé como pude la sorpresa y apenas pude preguntarle si no se veía el hecho o si no se veía nada. Ella, como una autómata, repitió su mantra de cinco palabras: "No se observa imagen alguna".
Tampoco sé el nombre de quien me respondió, en un diálogo de sordos, los mails qie publicaré en el próximo post desde la cuenta de la Oficina de Asistencia a la Víctima y al Testigo, diciéndome que fuera a la fiscalía a hacer un trámite cuando yo ¡ya había ido a la fiscalía a hacer ese trámite! Y fui en vano porque... "no se observa imagen alguna". Tan vana fue mi concurrencia como la solicitud de que revieran la decisión de archivar mi denuncia, que, a instancias de la enpleada de ojos claros, hice esa misma tarde.
Y no sólo no sé el nombre de quien tomó alguna decisión respecto de este último pedido. Tampoco sé cuál fue esa decisión. Doy por sentado que mi pedido fue desestimado, que mi denuncia siguió archivada, pero nadie me lo comunicó.
Así, los únicos nombres que conozco aparecen en un papel, que me hicieron llegar a través de la policía, en el cual la fiscalía me informaba de que el caso estaba provisoriamente archivado y me decían que concurriera para hacer los trámites mencionados en los tres párrafos anteriores. Se trata del fiscal, Aníbal Brunet, y de la prosecretaria coadyuvante, Mirta Carrizo.

Desde aquí, mi profundo desprecio a todos ellos.